28 febrero 2010

Volver

Estudiando mi pasado me doy cuenta de cuantas veces me ha asaltado la necesidad casi infranqueable de volver.
La palabras por sí misma habla de cosas o lugares que están puntos atrás en la línea de tiempo. Visualmente, una flecha en sentido contrario al reloj, todo lo que tenga como adjetivo la palabra contrario, pareciera ser un malo para la salud pública. Sin embargo, me cuesta dejar de mirar por encima del hombro.
En una actitud casi rebelde o, si se quiere, infantil, muchas veces he pensado:¿ por qué no volver? si aquí o allá fui feliz . Por qué no volver? ¿Qué tiene de malo querer estar otra vez con alguien o en un lugar donde todo fue felicidad, donde tuve paz, donde me sentí querida, o quizás importante? ¿Acaso no tengo derecho a repetir mis mismos triunfos, mis mismos estados de felicidad “estupidizantes”, divertidos, emocionantes?.
He deseado por horas, meses, por años simplemente volver.
Alguna vez escuché que todo esto empieza antes de salir del vientre materno. Quizás no quería en principio regresar a este mundo y por eso se la puse difícil a los médicos que luchaban contra mi gran cabeza y mi gran cuerpo tratando de no salir de dentro de mi madre. “¡Forceps!, habrá pedido aquel Dr. mientras yo luchaba por mantenerme ahí dentro, tan tranquila, cómoda y protegida. Y son estas tres, palabras claves en mi vida.
No he hecho más que tratar de reproducir esas condiciones durante 33 años. Unas veces con más éxito que otras y en diferentes etapas del juego, armo mi inconsciente, consciente, o más bien, asumida o no asumida estrategia para crear en cada momento posible un clon situacional del vientre materno. Es así como desde el mismo momento en que nací me he dedicado a tratar de regresar.
Reconozco que muchas veces, he sido muy necia y obstinada al respecto. Año tras año, revisando mis pasados capítulos, la vida me manda señales de algo que en perfecto criollo podría traducirse como “pa´ lante es pa´lla”. Y me recuerdo diciendo muchas veces, pensando y sintiendo que mi vida “es como si yo fuera un carro que viene por una calle y está entrando a la autopista. Y que de pronto se encuentra con un montón de otros carros que van rápido, que van muy apurados, que no me dejan pasar y que una vez en la vía, me presionan, me hacen cambio de luces, y eventualmente, se me lanzan encima y me sacan del camino, doy 3 vueltas en el aire y cuando caigo, por fortuna o desgracia, mi carro aún funciona, así que debo entrar en la autopista, una vez más, con el auto golpeado, para poder llegar a algún lugar donde pueda repararlo”, es decir, nadie me salva de la autopista pero yo lo que quiero es irme a casa, donde no hay gente mala que me saque de la vía. Aún en shock por el golpe, la realidad de que el tiempo corre siempre a la derecha, me da una cachetada, me despierta y me hace funcionar, aunque no necesariamente aprender.
Y es esa otra palabra clave: aprender. Porque solo para eso corre mi tiempo. Y yo por necia y obstinada, como dije antes, tomo caminos largos y penosos para llegar al mismo sitio, al mismo lugar donde la rueda de la vida me dice que la única manera de volver es completando el camino y el camino es hacia adelante. Me tomó 32 años aceptarlo, porque el año 33 ha sido un año de tantas vueltas en el aire, de tantas piezas perdidas. Un año en el que el gps ya no sirve y solo me quedan, la vieja manera de los navegantes como recurso viable para guiarme, seguir las estrellas en el cielo para saber en donde estoy y hacia donde debo ir.
Pasadas las más recientes estrellas, esta mañana, después de uno de esos sueños, esclarecedores, de esos que me hablan de mí misma, de esos que este año han sido casi cotidianos para mí, me doy permiso para asumir que sí anhelo y deseo regresar, pero que no puedo hacerlo por un camino que no existe, que se ha deshecho a pies con cada paso y por eso se llama pasado. Que sólo puedo hacerlo construyendo mi propio sendero, hacia adelante y hacia arriba, porque de allá vengo y allá debo volver.

Una solitaria mañana febrero.

13 febrero 2010

Lo que dijo Buda

"Todo fluye, todo se diluye; lo que tiene principio tiene fin, lo nacido muere y lo compuesto se descompone. Todo es transitorio, insustancial y, por tanto, insatisfactorio. No hay nada fijo de qué aferrarse."

"Todo esfuerzo por aferrarnos nos hará desgraciados, porque tarde que temprano aquello a lo que nos aferramos desaparecerá y pasará. Ligarse a algo transitorio, ilusorio e incontrolable es el origen del sufrimiento. Todo lo adquirido puede perderse, porque todo es efímero. El apego es la causa del sufrimiento."



- Buddha.

Me lo dijo Buda

Hoy estuve pensando que hay cosas que van más allá de la capacidad de arrepentirse, o del derecho que tiene cada quién de hacerlo. Hace años forma parte de mi discurso personal, el No-Arrepentimiento como política de vida. Quizás porque el Dalai Lama, hombre muy sabio, me instruyó un tiempo acerca de la existencia del sufrimiento, la aceptación de los hechos sin juicio de por medio y por supuesto, sobre la causa del dolor: el deseo.

Es cuando vuelve la rueda a pasar por el arrepentimiento. Es un círculo, como el Karma. Porque siempre deseo y deseo y deseo y deseo. Es como un vicio. Una adicción. Desear, lo que tienes y lo que no. Lo que tuviste y lo que tendrás. Siempre hay como dos caras de la moneda, y todas llevan finalmente a querer tener. Cuando en realidad nunca tenemos nada, nada más que nosotros mismos. Nunca tenemos a nadie más que a nosotros mismos.

Con este último concepto, reconozco que me ha sido dificil lidiar. Porque existe también un término en algunos de los libros que leí cuando era casi una niña y pedí ayuda al universo. La palabra viene siendo nada más y nada menos que Ilusión. Viene de todos los colores, tamaños y sabores. Nos hace pensar como si todo alrededor fueran espejismos, o quizás lo son. Pero nos hace pensar, que son reales también, allí está el problema.

Porque nada es realmente real más allá del presente y la ilusión no existe en el presente, no sabe alimentarse de esa materia. Se nutre del pasado y quiere alimentarse del futuro que nunca llega, que siempre está sujeto a cada una de las decisiones del momento presente. Es decir, está sometida a nuestra propia fábrica infinita de pasados. Algunos de los cuales, bajo los efectos del deseo y de la ilusión parecen ir, como dije en principio, más allá del arrepentimiento, para devenir en ninguna otra cosa que sufrimiento. Me lo dijo Buda y nunca le presté mucha atención.

Metáfora histórico-afectiva

Creo que comenzaré a pensar que toda aquella historia era cierta. No se por que se siguen una a la otra en ires y venires de mi vida. Hace tantos años, una tras la otra. Entradas y salidas. Blancos y negros dolores alegrías. Tan dicotómicas, tan alto contraste que se han vuelto, tan digitales, pero ahí siguen, una detrás de la otra, ceros y unos, blancos y negros en mi vida.

Un día llega para quedarse, para tatuarme su nombre en la espalda, detrás del corazón. Donde no pueda verlo pero aun así me siga. Un día, busca la llave, quiere salir corriendo por la puerta, cerrarla y nunca mas abrirla. Y como un genio que en vez de salir entra a la botella, llega la otra, para ser como el aire que respiro. Todos los días, todos mis días entrando por mi nariz, inundando mi sangre, mi cerebro.

Pido ayuda al cielo, para no ser tan feliz y el cielo llega. A rescatarme, siempre, detrás de mí, con la llave en la mano, integrada con los poros de mi espalda. Empujando, un paso a la vez, a veces 7, a veces diez menos de la cuenta. Afuera no hay aire, podría respirar lo que quisiera, incluida su piel.

Intoxicada, de tanta codicia de aire, caigo tendida al suelo, se cierra la puerta, se pierden las llaves de repuesto. Se me cerro la reja, la ventana esta abierta. Es como una cárcel, de la que no puedo escapar y a la que tampoco me puedo acostumbrar. Ya no tengo fuerzas para abrir la puerta, nise quien tiene la llave, ni tengo aire para respirar, ni se, si en realidad es aire lo que necesito, o es un cable de 200 megavatios de voltaje, conectado directo a mi cerebro, conectado directo al corazón. Donde secretamente hay una copia mal hecha de la llave, de la puerta, de la casa, de la ventana abierta, que tengo que cerrar porque el aire debe acabarse para que yo pueda morir y algún día nacer de nuevo. Sin tatuajes.

12 febrero 2010

Yo a través del Espejo

Imagino que es difícil de entender. Hace tiempo se que nadie puede llegar a sentir en la piel de alguien más, así como tampoco pensar con su cabeza, pero si por algo más que un simple gesto de condescendencia, alguna vez alguien se pusiera en el lugar del otro en el momento adecuado, o por lo menos en el momento justo, quizás el mundo sería un lugar mejor.

Es muy duro llamar a alguien alguna cosa en su cara. Muy duro por descaro, más que por sentimiento. Porque al decirle a alguien que es algo, en principio tenemos que saber de qué estamos hablando, lo que quizás indique que "cojeamos de la misma pata". O por lo menos que lo hemos hecho alguna vez.

Entonces cuando todas las patas de las mesas sirven para lo mismo, cuando todos hemos sido todo alguna vez, si en realidad nuestra historia en común es más parecida de lo que realmente admitimos, surge la paradoja en la que, ni nos entendemos porque no somos los mismos, ni podemos dejar de entendernos porque si no hubiésemos sido lo mismo no podríamos saberlo.

Tiene que ver con aquello que llamaban "hacer proyecciones". Aquí podría colarse entre mis líneas una vieja conocida, la culpa. Culpa por saber lo que se que no quiero que me hagan, porque quizás lo he hecho antes. Culpa por ser lo que acuso a otros de ser en mi perjuicio, porque indudablemente, en algún episodio de mi vida, lo he sido también.

¿Que viene después?¿Culpar a alguien de mi culpa, abandonar a alguien porque he sido abandonada, lamentarme de mis historias porque otros se han lamentado pro tenerme en las suyas, amar a alguien porque he sido amada, que me odien porque alguna vez odie? Cada acción, tantas como células, cada reacción, tantas como células, que además se reproducen.

Una cadena de hechos, que te mantiene aferrado al próximo eslabón del dolor. Más bien al anterior, porque rara vez ese tipo de cosas está fundamentada en el futuro. Ni que lo esté, porque así como el pasado, tampoco existe. Mejor soltar la cadena, el eslabón, el pasado, el futuro, abrir el alma, estar alertas, mirar adentro, mirar ahora y aprender de eso.

10 febrero 2010

La última vez

Lo había olvidado.
Nada de mí quería recordarte.
Los poros de mi piel tienen la más fina memoria,
la más obsesiva, la más radical forma de recordar.
Hábito por naturaleza compulsivo de revivir hasta que ya no huelan,
sepan o se sientan los recuerdos, por mera sobrecarga,
por incapacidad final de los sentidos.
Borradas, desterradas fueron de mi conciencia
tus gotas de sudor sobre mi espalda,
cayendo impunes, mientras robaban tiempo a los relojes
para entregarlos como valiente justiciero
a aquel amor que solo de tiempo robado podía alimentarse.
Puntos de luz
fueron desapareciendo de detrás de mis párpados,
desdibujando la imagen que con los ojos cerrados
tomaba forma por entre los sonidos.
Puntos de vista que sería imposible recordar
si nuestras cercanías
no hubiesen expandido toda mi alma por esa habitación,
toda mi alma,
llenando aquel espacio negativo
que rodeaba dos cuerpos una vez más,
la última vez.

03 febrero 2010

ENTRE SILENCIO Y SILENCIO

Pienso en los absurdos. En los años que pasan las personas buscando cosas que otros tienen y no valoran. Cosas tan diferentes como la libertad, la alegria, la verdad, los lugares bonitos, un amor comprometido, las oportunidades, las razones para vivir, un huequito en el mundo, y pare Usted de contar. Me resulta inquietante que solo baste el miedo y la falta de compromiso con uno mismo para perder todas y cada una de esas cosas. Realmente me resulta inquietante. Porque a mi alrededor caen y caemos como moscas, víctimas y victimarios de "aquello que podría salir mal¨. Termina uno caminando sobre los escombros de ese camino al infierno, lleno de buenas intenciones, del que habla alguna canción. Sin muchas ganas de construir porque el suelo no está limpio, o porque antes de sucumbir ante el perenne miedo humano, todo era muy bonito y también cierto.
Es así como de mañana en mañana amanezco entre silencio y silencio, entre abrumada por la cantidad de escombros y aliviada por la sencilla aceptación, casi budista, de cualquier circunstancia y de sus consecuencias. Y eventualmente agradezco con toda sinceridad que el tiempo siempre corra hacia adelante y que aún pueda yo seguir decidiendo, aunque no sea lo mejor que se hacer.

Caracas, un día de febrero de 2010