28 junio 2008

El lugar donde siempre quise vivir.

Era cálido, acogedor. El lugar donde siempre quise vivir. Al menos en mi mente, alguna vez imaginé una gran alfombra frente a la chimenea. Un ejército de cojines mullidos luchando contra la incomodidad del cuerpo, contra la inercia de los momentos. El fuego encendido…y ese silencio. Ese que sirve para cerrar los ojos y sentir que estás justo donde quieres estar. Ese que sirve para saber que ese camino que a veces es de espinas y otras de flores, valdrá siempre hasta el último paso, hasta la última gota.
Luego vino el frío y se llevó la alfombra. Los cojines perdieron su batalla. Vino el frío una tarde y se llevo mis silencios. Los cambio por más silencio. Uno distinto, que se abre paso entre las caras de la gente que arruina las fotos. Un silencio que sirve para no querer oir, que no hay quien hable. Un silencio que sirve para cerrar los ojos y querer no estar allí. Porque cada uno, hasta el últimos de los momentos solo lleva un vacío escrito en las paredes. Ya no es mi hogar, y lamento que no sea un buen lugar para vivir.

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