13 febrero 2010

Me lo dijo Buda

Hoy estuve pensando que hay cosas que van más allá de la capacidad de arrepentirse, o del derecho que tiene cada quién de hacerlo. Hace años forma parte de mi discurso personal, el No-Arrepentimiento como política de vida. Quizás porque el Dalai Lama, hombre muy sabio, me instruyó un tiempo acerca de la existencia del sufrimiento, la aceptación de los hechos sin juicio de por medio y por supuesto, sobre la causa del dolor: el deseo.

Es cuando vuelve la rueda a pasar por el arrepentimiento. Es un círculo, como el Karma. Porque siempre deseo y deseo y deseo y deseo. Es como un vicio. Una adicción. Desear, lo que tienes y lo que no. Lo que tuviste y lo que tendrás. Siempre hay como dos caras de la moneda, y todas llevan finalmente a querer tener. Cuando en realidad nunca tenemos nada, nada más que nosotros mismos. Nunca tenemos a nadie más que a nosotros mismos.

Con este último concepto, reconozco que me ha sido dificil lidiar. Porque existe también un término en algunos de los libros que leí cuando era casi una niña y pedí ayuda al universo. La palabra viene siendo nada más y nada menos que Ilusión. Viene de todos los colores, tamaños y sabores. Nos hace pensar como si todo alrededor fueran espejismos, o quizás lo son. Pero nos hace pensar, que son reales también, allí está el problema.

Porque nada es realmente real más allá del presente y la ilusión no existe en el presente, no sabe alimentarse de esa materia. Se nutre del pasado y quiere alimentarse del futuro que nunca llega, que siempre está sujeto a cada una de las decisiones del momento presente. Es decir, está sometida a nuestra propia fábrica infinita de pasados. Algunos de los cuales, bajo los efectos del deseo y de la ilusión parecen ir, como dije en principio, más allá del arrepentimiento, para devenir en ninguna otra cosa que sufrimiento. Me lo dijo Buda y nunca le presté mucha atención.

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